Hoy quiero compartir con todos vosotros una historia, una
leyenda que desde el S. XX ha ido pasando de generación en generación, e
incluso a día de hoy, en ciertas ocasiones, aún hay quien afirma haber visto o
haber sido atendido por “La planchada”, también conocida como “La enfermera
Visitante”.
Las primeras versiones de la historia parecen indicar un
desengaño amoroso como causa de las apariciones y sucesos. Los que dicen
conocer lo que pasó aseguran que todo comienza con la llegada al Hospital de
una nueva enfermera, una enfermera que por su forma de ser y apariencia
inocente y dulce, pronto se ganó el cariño y la confianza, tanto de sus propios
compañeros sanitarios, como de los pacientes que estaban ingresados en el
Hospital.
De muy buena presencia y con una imagen impecable, sentía su
profesión como una auténtica vocación y forma de vida. En cierta ocasión, todo
el personal del hospital fue llamado para presentar al nuevo médico que se
incorporaba a la plantilla, pero ella, que se encontraba atendiendo a un paciente,
creyó que era mucho más importante continuar con su tarea que acudir a la
llamada.
Joaquín, que así es como cuentan que se llamaba el médico,
en muy poco tiempo comenzó a crearse su propia fama de orgulloso y engreído. Un
día avisaron a Eulalia, una enfermera, para que ayudase al Doctor Joaquín a
extraer una bala de una paciente. Se cuenta que la enfermera quedó impactada a
primera vista con el médico, Se dice que desde aquel primer encuentro no dejó
de hablar de sus ojos, de lo guapo que era y de su elegancia natural. Todos le
recomendaron que se olvidase y no se enamorara de él, pues no parecía ser buena
gente. Pero ella hizo caso omiso.
Poco tiempo después, la enfermera estaba perdidamente
enamorada del doctor, comenzando juntos una relación amorosa, donde ella se
entregó por completo a él, mientras que por el contrario, él aprovechaba la más
mínima oportunidad para coquetear con cualquiera de las enfermeras y pacientes
que se le ponían a su alcance.
Pasaron meses e incluso más de un año, y el Doctor Joaquín
le dijo que se casarían. Ella se emocionó mucho y comenzó a ilusionarse con la
boda.
Un día, él le pidió que le guardara un traje de etiqueta
porque iba a ir a una elegante recepción al día siguiente. Ella accedió, y así
al día siguiente él la visitó en su casa, donde se cambió y al terminar
conversaron un rato. Eulalia le comentó que había olvidado mencionarle que a la
mañana siguiente iba a salir temprano de viaje pues tenía un seminario al norte
del país que duraría 15 días.
A la enfermera Eulalia le extrañó un poco que no le hubiera
mencionado nada Joaquín acerca del viaje con anterioridad, pero le deseó buen
viaje y se despidió del él.
A la semana, ella ya lo extrañaba mucho, y un enfermero del
hospital conversó con ella y le confesó que tenía interés de que ella lo
acompañara a una fiesta, pero ella le dijo que no podía hacerlo, pues estaba
comprometida con el Doctor Joaquín, a lo que él le respondió que cómo iban a
estar comprometidos si él se acababa de casar y estaba en su viaje de bodas,
además que había renunciado a su trabajo y se iba de la ciudad.
La enfermera Eulalia no pudo evitar sumirse en una profunda
depresión por el engaño en el que había sido víctima. Dicen que comenzó a
llegar tarde al trabajo, descuidó a algunos enfermos, e incluso hay quienes
mencionan que se le llegaron a morir por su desatención.
Pasó el tiempo, y ella cayó en cama por una enfermedad que
la llevó más tarde a la tumba, en el mismo hospital donde trabajaba. Después de
un tiempo, comenzaron a suceder hechos extraños, como que una mañana un
paciente que estaba grave amaneció muy bien, y le dijo a la enfermera:
-Gracias por sus ciudades, la medicina que me dio me mejoró
mucho.
Sin embargo, la enfermera no había ido en la madrugada.
En otra ocasión, una paciente también mencionó que una
enfermera vestida con ropa muy bien almidonada había ido durante la noche a
darle unas pastillas.
Así comenzaron a ser comunes las narraciones de las visitas
de la fantasmal enfermera a quien llamaron desde entonces “La Planchada”. El
personal del hospital se familiarizó con las apariciones de Eulalia, quien en
las noches circulaba por los pasillos, entraba a los cuartos, y nadie duda que
hasta haya sido auxiliar en alguna de las de cirugías.
El día de hoy todavía sigue escuchándose de vez en cuando
que alguien comenta sobre una visita de la enfermera, con su vestido largo,
blanco y perfectamente almidonado y esto no ha sido solo en el Hospital Juárez,
sino en otros nosocomios de la Ciudad de México.